Autor:
Cristian Palomo
Cristian Palomo
Llicenciat
en Història.
Màster
d’investigació en Història de Catalunya
Me atrevo a sostener la afirmación del título a sabiendas de que a la mayoría de lectores les pueda parecer, a bote pronto, osada o absurda.
De hecho, que mucha gente tenga este tipo de reacción es de lo más normal, si se tiene en cuenta que buena parte de historiografía no duda en utilizar la expresión “Marca Hispánica”. Con esta locución se nombra la frontera militar que el imperio franco poseía frente Al-Ándalus, en la parte sur de los Pirineos desde finales del siglo VIII, hasta la disolución de la misma, a partir de la disgregación del territorio en diversos condados independientes del poder franco. A grandes trazos, esta sería una definición concordante con la que ofrecen gran cantidad de historiadores en sus obras, así como con las que aparece en los libros de texto de secundaria, pudiéndose añadir, además, que varios autores todavía sostienen que la citada marca no sólo fue una frontera militar, sino también una entidad político-administrativa supracondal [1], aun cuando historiadores como José Antonio Maravall hace mucho dejaran bien claro que esta conceptualización era errónea [2].
Pero que no fuese una
entidad político-administrativa resulta insuficiente para afirmar que no
existió la Marca Hispánica. Al menos, debe haber existido como nombre geográfico
de la parte septentrional del conjunto territorial, que en el siglo XII fue
denominado con el topónimo “Cataluña”, especialmente, después de que se haya
repetido y se repita en incontables publicaciones, ¿no les parece? Pues no, no
fue así o, no del todo así. Me explico:
Entre los años 780 y
801 de nuestra era, el predicho espacio fue arrebatado a los musulmanes
andalusís por tropas cristianas francas, siendo políticamente organizado en
condados (Barcelona, Gerona, Osona, Pallars, Ribagorza, Urgel, Cerdaña,
Ampurias y Rosellón), como el resto del Imperio de Carlomagno. Estos dominios
eran gobernados por condes, en su mayoría, nobles godos nativos del territorio
fronterizo con el Al-Andalus, como funcionarios representantes de la autoridad
del soberano franco. Los historiadores que han investigado la documentación del
periodo sostienen que entre los siglos IX y X, tanto la Corona como los
autóctonos del territorio que nos ocupa se refirieron al conjunto de condados
con los nombres de “Hispania” o de “Gotia”, pero no con el de “Marca
Hispánica”, si bien el concepto existió.
El uso del término
“Hispania” era lógico, puesto que tanto los francos como los indígenas estaban
de acuerdo en la pertenencia de aquellos condados a la península ibérica,
conocida en la época como tierra de Hispania, por influencia de la tradición
romanogoda. Con todo, desde el siglo noveno, para el conjunto de la sociedad
–exceptuando a la Iglesia– esta palabra fue adquiriendo paulatinamente un
significado alternativo, que identificó Hispania con Al-Andalus [3]. No fue
hasta el siglo XII que, en los condados –ya catalanes–, los laicos recuperaron
la identificación de Hispania (España, en vernáculo) como marco geográfico en
cuyo noreste se encontraban ubicadas la tierra y la comunidad política que
respondían al nombre de “Cataluña”, significado que se consolidó como
mayoritario en la siguiente centuria, sin que por ello la palabra “España”
dejara de utilizarse como identificador de las tierras ibéricas musulmanas, por
lo menos, hasta inicios del siglo XIV. A la vez, en las tres últimas centurias
medievales, “España” también era empleada en el dominio catalán para denominar
las tierras de los reyes de Castilla y León, siendo sus habitantes calificados
de “españoles”, diferenciándose así de los catalanes, a pesar de que, como
hemos dicho, estos últimos ubicaran territorialmente Cataluña en España. Sin
embargo, no fue este un significado mayoritario, ya que, debido al éxito
bajomedieval de la identificación de España con la península, fue entre los
catalanes más común denominar a los castellanoleoneses con la palabra
“castellanos” que no “españoles”, distinguiéndolos así del resto de pueblos
hispanos: portugueses, navarros, aragoneses, sarracenos, incluso de los propios
catalanes a partir del siglo XVI [4].
En cuanto al término
“Gotia”, hay que decir que a lo largo del siglo IX se aplicó al territorio que
ocupaban los diversos condados de la Septimania y del nordeste de la
Tarraconense, ubicados en el espacio existente entre los ríos Ródano y Llobregat.
El nombre respondía al hecho de que en aquel territorio –antaño perteneciente
al reino visigodo de Hispania– se concentraba el mayor número de godos dentro
de los dominios del rey franco occidental. Por este motivo, fue utilizado tanto
por los soberanos francos como por los habitantes del territorio, en un sentido
mucho más étnico-territorial que político-administrativo. Así mismo, en
diversas ocasiones, sólo denominó la vertiente austral de los Pirineos, siendo
sinónimo de “Hispania”, como patentizan las palabras del rey franco Carlos III
el Simple: <<In omni regno nostro Goticae sive Hipaniae>> [5] (en
todo nuestro reino de Gotia o Hispania). A pesar de esto, como señaló Abadal,
esta equivalencia tampoco se producía siempre, puesto que los habitantes de los
condados se denominaban a sí mismos gothi, mientras que la palabra hispani la
reservaron para aquellos que huían del Al-Andalus, tierra que, como ya hemos
indicado, a partir de la segunda mitad de la décima centuria, fue la única que
los godos de la futura Cataluña nombraron con el término “Hispania” [6]. Según
explica el medievalista Michel Zimmermann, el nombre “Gotia” cayó en desuso
durante buena parte del siglo X [7], seguramente, debido a que, ya desde
finales del anterior, se estaba originando un claro proceso de consolidación
política y socioeconómica de las estructuras condales, cada vez más autónomas
del poder franco [8], para ser recuperado de forma efímera y con un cariz
reivindicativo de soberanía o potestad por el conde barcelonés y úrgeles
Borrell II, en las últimas décadas del siglo X. Podría extenderme más en la
explicación de este concepto, perturbadoramente obviado por la mayor parte de
la historiografía, pero el limitado espacio de un texto de estas
características me invita a dedicarle, en exclusiva, un futuro artículo.
Llegados a este punto,
sólo nos queda preguntarnos por la locución “Marca Hispánica”.
Históricamente, el
concepto “Marca Hispánica”, es decir, límite o frontera con Hispania, fue un
cultismo escasamente utilizado –¡ojo! Sólo hallado documentalmente en quince
ocasiones– [9] por algunos autores de anales francos, durante un breve periodo
del siglo IX, iniciado el año 821 y finalizado en el 850 [10], restando
totalmente ausente tanto en la documentación oficial franca y goda como en el
ámbito popular [11]. Se nos hace bastante evidente que estos analistas francos
encontraran útil crear un término que unificara e hiciera periférica una
realidad plural que les era bastante ajena, ya que la visión que ofrecían no se
correspondía con el territorio políticamente dividido de los condados
sur-pirenaicos, cuyos habitantes no la emplearon, porque entre el siglo VIII y
medios del X, nunca consideraron que vivían en la frontera carolingia con
Hispania, es decir, fuera de Hispania, sino que formaban parte del territorio
hispano bajo dominio carolingio [12].
Durante varias
centurias, esta locución permaneció en el olvido [13] hasta que fue recuperada
en la Alta Edad Moderna por autores catalanes como Francesc Calça o Andreu
Bosch. No obstante, el auténtico impulso lo recibió de manos de Pèire de Marca,
visitador general de la Monarquía de Francia en el Principado de Cataluña
durante la Guerra de los Segadores. Por tanto, a partir de la decimoséptima
centuria, el término se ha ido generalizando, hecho al que hay que sumar que en
los siglos XIX, XX y XXI, la historiografía ha tendido a dotar este concepto de
ficticios contenidos presentistas, que han nutrido discursos historicistas
contrapuestos, como destaca Flocel Sabaté. Así, por un lado, se ha considerado
que la Marca Hispánica fue un ente jurídico, polítoco-territorial,
administrativo, unitario y real, en que entre los siglos VIII y XII, se forjó
la identidad nacional catalana. Mientras que, por otro, se ha vendido que el
concepto de “Marca Hispánica” respondía a la conciencia de españolidad de sus
habitantes, debido a la existencia de la ancestral nación española [14].
De bien poco parece
haber servido el hecho de que Abadal constatara que era un cultismo ocasional y
totalmente ajeno al territorio al que se refiere [15], que Ferran Soldevila lo
eliminase en la revisión de su historia de Cataluña [16], que Zimmermann
expusiese cuál fue la auténtica terminología histórica, que Pierre Vilar
afirmase rotundamente que la Marca Hispánica nunca ha existido [17] o que otros
autores como Sabaté hayan explicado todo esto en más de una ocasión. La
locución permanece omnipresente, porque la historiografía, poco preocupada en
muchas ocasiones por la recuperación del vocabulario histórico, todavía fomenta
la divulgación de esta pretérita Marca Hispánica, cuando, en realidad, fuera
del mundo cronístico e historiográfico, nunca existió tal cosa.
[1] Véanse unos cuantos ejemplos en SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña. Mito y realidad. En: A.A.V.V. Fundamentos medievales de los particularismos hispánicos. IX Congreso de Estudios Medievales. León, 2003, Ávila: Fundación Sánchez Albornoz, 2005, p. 221-276. Concretamente, en la p. 274.
[2] MARAVALL, José Antonio. El concepto de España de la Edad Media. Madrid, 1954, p. 154.
[3] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya: emancipació política i afirmació cultural. Barcelona: Edicions 62, 1989, p. 16-18 y 35-36; y SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña… op. cit. p. 228.
[4] SABATÉ, Flocel. El Territori de la Catalunya medieval: percepció de l’espai i divisió territorial al llarg de l’edat mitjana. Barcelona: Rafael Dalmau, 1997, p. 360-367.
[5] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 22 y 170, nota 49.
[6] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani: emigrants hispanogots a Europa (segles VIII-X). En: Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics, núm. XX (2009), p. 31-50. Concretamente, en la p. 34.
[7] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 29.
[8] SABATÉ, Flocel. <<El nacimiento de Cataluña…, p. 229-230.
[9] Ibídem, p. 272.
[10] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 19.
[11] ABADAL, Ramon d’. Nota sobre la locución “Marca Hispánica”. En: Boletín de la Real Academia de Buenas letras de Barcelona, núm. XXVII (1957-1958), p. 157-164.
[12] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 18-20; y BOLÒS Jordi, Diccionari de la Catalunya medieval: segles VI-XV. Barcelona: Edicions 62, 2000, p. 164- 165.
[13] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani… op. cit. p. 33.
[14] SABATÉ, Flocel. La construcción ideológica del nacimiento unitario de Cataluña. En: VAL VALDIVIESO, María Isabel del; MARTÍNEZ SOPENA, Pascual.Castilla y el mundo feudal. Homenaje al profesor Julio Valdeón, vol. 1, p. 95-110. Sobre todo, las p. 107-110.
[15] ABADAL, Ramon d’. <<Nota sobre la locución… op. cit.
[16] SOLDEVILA, Ferran. Història de Catalunya. Barcelona, 1962, vol. 1, p. 40-42.
[17] VILAR, Pierre. Introducció a la història de Catalunya. Barcelona, 1995, p. 9
X.M.C.
8/2015
Autor:
Cristian Palomo
Cristian Palomo
Llicenciat en Història.
Màster d’investigació en Història de Catalunya
@crispalrei
[1] Véanse unos cuantos ejemplos en SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña. Mito y realidad. En: A.A.V.V. Fundamentos medievales de los particularismos hispánicos. IX Congreso de Estudios Medievales. León, 2003, Ávila: Fundación Sánchez Albornoz, 2005, p. 221-276. Concretamente, en la p. 274.
[2] MARAVALL, José Antonio. El concepto de España de la Edad Media. Madrid, 1954, p. 154.
[3] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya: emancipació política i afirmació cultural. Barcelona: Edicions 62, 1989, p. 16-18 y 35-36; y SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña… op. cit. p. 228.
[4] SABATÉ, Flocel. El Territori de la Catalunya medieval: percepció de l’espai i divisió territorial al llarg de l’edat mitjana. Barcelona: Rafael Dalmau, 1997, p. 360-367.
[5] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 22 y 170, nota 49.
[6] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani: emigrants hispanogots a Europa (segles VIII-X). En: Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics, núm. XX (2009), p. 31-50. Concretamente, en la p. 34.
[7] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 29.
[8] SABATÉ, Flocel. <<El nacimiento de Cataluña…, p. 229-230.
[9] Ibídem, p. 272.
[10] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 19.
[11] ABADAL, Ramon d’. Nota sobre la locución “Marca Hispánica”. En: Boletín de la Real Academia de Buenas letras de Barcelona, núm. XXVII (1957-1958), p. 157-164.
[12] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 18-20; y BOLÒS Jordi, Diccionari de la Catalunya medieval: segles VI-XV. Barcelona: Edicions 62, 2000, p. 164- 165.
[13] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani… op. cit. p. 33.
[14] SABATÉ, Flocel. La construcción ideológica del nacimiento unitario de Cataluña. En: VAL VALDIVIESO, María Isabel del; MARTÍNEZ SOPENA, Pascual.Castilla y el mundo feudal. Homenaje al profesor Julio Valdeón, vol. 1, p. 95-110. Sobre todo, las p. 107-110.
[15] ABADAL, Ramon d’. <<Nota sobre la locución… op. cit.
[16] SOLDEVILA, Ferran. Història de Catalunya. Barcelona, 1962, vol. 1, p. 40-42.
[17] VILAR, Pierre. Introducció a la història de Catalunya. Barcelona, 1995, p. 9
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